Noche de campo
Noche de campo
Primo, el único modo de poder advertirte de tu
visita a la casa del abuelo es por este medio. Ahora me encuentro en casa del
tío Ramón descansando y aprovechando los últimos días de verano que van
quedando. Ya sabes, se me viene muy complicado este año, comienza una nueva
etapa para mí. Sin más preámbulos, quiero decirte que esto debe ser
confidencial. Nadie tiene que enterarse
de las cosas que presencié. No se lo cuentes a tus padres, ni primos, ni a
ningún tío, ni mucho menos a mis papás. Se sentirían totalmente ofendidos o
asustados; la verdad es que no sé cómo reaccionarían. Supe que la tía Juana iba
para Constitución, así que le pasé este escrito. Aquí y bien lo sabes, apenas
llega la señal de algún canal de televisión, pero para celular o internet, olvídalo.
Sabes que me encanta Nirivilo. Siempre desde pequeño
fui un amante de sus cerros, sus viñas, de sus antiguas casas con sus gruesas
paredes de adobe, cubiertas por cal quebrajada por el desgaste que provoca el
clima, dejando así al descubierto ese barro seco envuelto en fibra de paja. El
silencio de su plaza y su imponente iglesia son cosas que siempre me han
cautivado. La paz de sus calles acompañadas de uno que otro automóvil y las carretas
arrastradas por bestias campestres. Bien conoces mi sentir sobre estas tierras,
especialmente lejos del pueblito, “nuestro campo”, el cajón de Nirivilo, cuando
subíamos el cerro posterior a la casa de nuestros padres hasta llegar al Alto
las Heras. No hay lugar más pacífico que ese.
Aun así, también conoces que este lugar guarda algo
oscuro. Antes pensaba que estas cosas eran pura sugestión, sin embargo, ahora
no lo creo. Después de lo que viví no sabré cómo te lo explicaré. Las cosas
cambiaron. Tanto así, que me he propuesto nunca más quedarme solo en la casa del
abuelo. Tú sabes muy bien que nuestras propias tías guardan un cierto respeto a
las penumbras de estas tierras. Mi misma madre admite que siente un gran temor
cuando le ha tocado estar sola durante la noche. Siempre describe la oscuridad
como un manto negro o un túnel que envuelve toda la casa. ¿No te parece extraño
que la gente de campo hable tanta historia extraña, que a cualquiera se le
erizan los pelos? En mi caso, a pesar de todas las buenas sensaciones que este
lugar me entrega, hay cosas que irracionalmente me dan temor, como caminar solo
desde el lugar donde solemos quedarnos, hasta la casa de nuestro abuelo. Ese
trayecto a plena luz del día me pone los nervios de punta cuando lo recorro
solo. Pienso que de entre los cercos saldrá algún sicópata, que me hará quizás
qué cosa. Por mucho tiempo no lograba explicar esta carga negativa que sentía.
Primo, te vuelvo a advertir, sabes que tú eres mi más cercano. Nadie más puede
saber de esto.
El caso es que llevo unos pocos días en la casa de
mi tío. Mis padres volvieron a Constitución y yo me quedé porque mi abuelo me
pidió que lo acompañara. Me dijo que se sentía solo, así que accedí. En el
momento sentí un poco de desconfianza o incomodidad al aceptar, pero no podía
decir que no. Después de lo ocurrido --lo que espero que a ti no te suceda, y
por eso debes hacerme caso en no venir-- opté por venirme a la casa del tío
Ramón. Creo que el temor no es tan grande como para haber vuelto a la ciudad,
pero sí lo fue como para continuar en la casa del abuelo. Y disculpa por ser tan extenso pero quiero
que sepas todo en detalle.
Todo comenzó desde el momento en que mis padres se
fueron como a las 9:00 a Constitución. Con mi abuelo los fuimos a dejar en las
afueras de Nirivilo, en el paradero. Ya casi oscurecía y el cielo estaba con ese
tono azul eléctrico, cuando el sol se ha ocultado hace poco tiempo y las
estrellas ya están a punto de despertar. Al volver nuevamente del lugar de
despido llegamos ya en plena noche, sin una luna que nos acompañara. Mi abuelo
me dijo que a veces salía como a las dos de la madrugada y que, hasta entonces,
la luz no existe en aquellos rincones. Al entrar a la casa me quedé un poco
observando la oscuridad. Se escuchaban a la distancia Algunos perros que
ladraban junto con el misterioso sonido de los grillos. Siempre me pregunto
dónde diablos se encuentran. Soy más cobarde que valiente cuando me encuentro
solitario en una noche como aquella en medio del abismo. No obstante, por algún
motivo me quedé observando, quizás era para vencer un temor no racionalizado. No
lo sé en verdad. ¿Te acuerdas primo de esa historia de que en el puente cercano
a la casa hay una animita, donde de la nada se prende una vela porque, según
nuestros tíos, la enciende el diablo? Ese fue el primer hecho extraño. No estoy
seguro del todo, pero me atrevo a decir que fue desde ese mismo lugar donde
percibí un pequeño resplandor que se apagaba y prendía. Ahora que te lo comento
me impresiono de mí mismo; no sé cómo pude estar tanto tiempo parado viendo
aquello. Aparecía y se extinguía la llama, sucediendo por unos 10 minutos hasta
que no se volvió a encender. Y te advierto que no era que el viento lo que debilitaba
al fuego. Este se extinguía en su totalidad. Lo extraño es que en ese momento
no pensaba en las cosas que ahora te digo; solo observaba sin cuestionar mucho lo
ocurrido y eso es lo que más me atemoriza ahora. Es como si algo hubiese tomado
mi mente para que observara sin mayores problemas. Pero al entrar a la casa,
recién en ese momento mi piel se puso como de gallina, así que no dudé en ponerle
la tranca a la puerta.
Después de esto prendimos un rato la televisión y
tomamos de once pan amasado con tomate y, por supuesto, no podía faltar el mate
bien cargado. Eran como las 11:00 cuando nos fuimos a acostar. Cada quien se dirigió
a su pieza. La casa era alta; decir que el cielo tiene como 5 metros de altura
no es exagerar. La habitación donde estuve se ocupaba para guardar barriles y
jabas de vino. Ahí todo es rústico: las frazadas eran tejidos de lana y las
sábanas eran hechas con el material en que se envuelven los quintales de
harina. Acostado ya, me dispuse a leer un poco pero al avanzar dos páginas el
sueño me venció. Dejo el libro encima del velador y apago la luz. Sin embargo,
no pasaron ni diez minutos cuando de pronto siento unos golpes en la pared,
proveniente desde afuera. Paf, paf. Asustado prendí la luz, me armé de valentía
y abrí la ventana para gritar hacia afuera ¿Quién anda ahí? Miré por todas
partes y no había nadie en el lugar. Con la respiración agitada me fui a la
cama, apagué la luz y ese maldito sonido comenzó a sonar otra vez: paf, paf;
cada vez se hacía más fuerte: paf, paf. Sin prender la luz me acerqué a la
ventana para encarar a lo que fuera que estuviese atormentando mi noche. Nada
pude ver. Quería ir donde mi abuelo, pero recorrer la oscuridad me aterraba. Al
volver a la cama el sonido comenzó. Quise prender la luz, pero la ampolleta se
quemó. Paf, paf, paf… en penumbras lo escuché por media hora, hasta que
desapareció.
De pronto, poco a poco una luz comenzó a entrar por
la venta. Era la luna que se estaba asomando entre las colinas. Su brillo plateado
me tranquilizó un poco. Quizás solo era una rama que sonaba más a la distancia.
En ese momento pensé que era mejor pensar en cosas más racionales; buscarle una
explicación más cuerda al asunto. Mi corazón que hasta hace poco se me escapaba
por la boca logró sosegarse. De pronto el sueño me invadió hasta que quedarme
dormido. Las ratas siempre merodeaban el lugar, pero en ese lapso nada sentí.
Primo, quiero que desde ahora tengas la mente
abierta y no vayas a pensar que estoy loco. No recuerdo cuánto duró mi sueño,
pero el ruido volvió a surgir desde la penumbra para enloquecerme. Sin
embargo, ya no venía desde afuera, sino que de la puerta donde dormía. El
sonido siempre era un intervalo de tres y luego silencio. Estos en cada toque
iban aumentando. Siempre el mismo patrón. Así que no te es difícil imaginar que
eso no puede ser algo, sino alguien.
Estuve alrededor de 30
minutos escuchando eso, hasta que decidí tragarme todo el temor e ir a abrir la
puerta. Cuando me levanto de la cama, los golpes cesaron. Me acerco y observo
por medio de un pequeño agujero. No podía ver bien, pero era una escena muy
extraña. El abuelo estaba parado frente al televisor, subiendo el volumen al
máximo y solo observaba el aparato. Estuvo así por casi una hora, además en su
mano izquierda sujetaba un rastrillo ¿Para qué querría un rastrillo a esas
horas? No obstante, esto no es lo más friki primo, no lo es. Durante todo ese
tiempo solo miraba y miraba estática. Esa imagen caótica que tiene la tele más
el chirrear al máximo volumen me puso los nervios de punta. Sabes, te soy
sincero, no fui capaz de salir de la habitación. Estuve alerta todo el momento,
pero no pude. Luego de ese tiempo todo se puso en silencio. A eso de las 6 de
la mañana el sueño me venció y me dormí al primer canto del gallo.
Me levanté muerto de
sueño, ya a medio día. Me vestí y fui a lavarme al lavatorio. Todo parecía
normal. A la distancia pude ver a mi abuelo trabajando en la huerta con el
rastrillo que en la noche tenía en su mano. Después de haber tomado “desayuno” salí
a caminar al cálido sol. Al pasar por fuera de la ventana de la habitación, me
percaté que la pared estaba carcomida por golpes. Sin embargo, me petrifiqué
cuando vi cuatro líneas que rasgaron la cal de la casa. Eran largas y
discontinuas que llegaban hasta la puerta de entrada. Supongo que no es
necesario que te lo explique. Por tanto, fui a arreglar mis cosas y despedirme
del abuelo. No dudé en decirle que me iba. Me excusé explicándole que hace
tiempo no veía a mi tío abuelo Ramón y que si no lo iba a ver, sabiendo que
estaba en Nirivilo se podía sentir.
Eso es primo. Al llegar
a la casa del tío supe que la tía Juana iría para Constitución, así que espero
estés leyendo esta carta para que consideres lo que te he contado. Te ruego tu
discreción.
PD:
pásate directo a la casa del Tío Ramón. Al parecer la tía se quedará unos días
en Conty; así que no te podrás venir con ella.
Cuando llegues al cruce de Nirivilo, verás que hay un furgón que hace
recorridos cada una hora hacia acá. Le dices que te deje en las Barrancas,
afuera de la casa de del tío, la que está al lado de una loma.
Saludos a tu padres.
Lukas
W Fuentes
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