El impostor

El impostor Después de haber engullido por inercia la cena, y sin haber dirigido palabra alguna a su esposa, encendió el cigarrillo apartándose de la mesa hacia el exterior para despejar la mente. Abre el pestillo, dejando la puerta abierta. Avanza unos pocos metros y se apoya en un árbol contiguo a la entrada. El humo del cigarrillo se mezclaba con la bruma que salía de los estanques pantanosos que se encontraban a poca distancia de la casa. Su esposa lo observaba mirar las estrellas desde el interior, sentada con las piernas y brazos cruzados, en señal de molestia y resignación. En aquella noche las estrellas se apreciaban con todo su fulgor; quería salir a acompañarlo, pero su orgullo no la dejaba. –Deja de pensar en problemas– le dijo desde dentro. No hubo respuesta. Puede ser que el espectáculo celeste lo haya dejado sin palabras. Quizás no contemplaba nada, sino que el ruido de sus pensamientos era más profundo que el llamado de su mujer o simplemen...